Espectadores sigue transcribiendo los párrafos más destacados de La cuestión criminal, colección a cargo de Eugenio Raúl Zaffaroni y cuyas entregas semanales publica Página/12. A la síntesis del primer capítulo, le sucede este post que pretende rescatar los conceptos más importantes del fascículo dos.
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El humano es social, no sobrevive aislado, y en toda sociedad hay poder y coerción. Todo grupo humano conoció siempre dos formas de coerción cuya legitimidad casi no se discute, aunque pueda discutirse cómo se ejerce.
Una es la coerción que detiene un proceso lesivo en curso o inminente: cuando se está por caer una pared o alguien me corre por la calle con un cuchillo. Hay un poder social que demuele la pared aunque el dueño se oponga, o desarma al portador del cuchillo. Eso hoy se llama coerción directa, y en el Estado está regulada por el derecho administrativo.
Otra es la coerción que se practica para reparar o restituir cuando alguien causó un daño. Ésta es propia del derecho civil y de otras ramas del derecho.
Las dos formas de coerción resuelven conflictos: una porque evita el daño; otra porque lo repara. Pero cuando en la coerción reparadora alguien que manda dice «el lesionado soy yo» y aparta al que realmente sufrió la lesión, allí surge el poder punitivo. Por ejemplo, si una persona agrede a otra y le quiebra un hueso, el Estado se lleva al agresor, lo pena para disuadirlos a él y a otros de romper huesos, y el que sufre con el hueso roto debe acudir a la Justicia civil en la que no puede obtener nada si el agresor no tiene bienes.
El poder punitivo no resuelve el conflicto sino que lo cuelga, como una prenda recién lavada que se tiende hasta que se seque. Encierra al agresor un tiempo y lo suelta cuando el conflicto se secó. Es cierto que podría matarlo pero en ese caso no haría más que dejar el conflicto colgado para siempre.
El modelo reparador es de solución horizontal y el punitivo, de solución vertical. Éste último aparece cuando las sociedades van tomando la forma de ejércitos con clases, castas, jerarquías. Por eso surgió en muchos lugares del planeta, siempre que una sociedad empezó a verticalizarse jerárquicamente.