Por favor, perdonen mi recurrencia. Evidentemente me quedé tildada con la Cumbre del Mercosur y con el controvertido personaje. Lo cierto es que hace unos días, mientras miraba televisión, me di cuenta del enorme parecido.
Es cierto. El hombre no pasa sus días cabalgando; tampoco usa escudo, lanza ni armadura. Por otra parte, su anatomía desmiente eso de la «triste figura», y probablemente las novelas de caballería no sean su principal obsesión.
Sin embargo, esta personalidad convertida en leyenda también tiene un porte erguido, elegante, gallardo. Y también lucha contra gigantes. Y también reclama justicia, dignidad, hidalguía. Y también se debate entre la vejez, la locura, la soledad y la muerte. Y también lo atacan e injurian.
Por si quedan dudas, basta con comparar rasgos físicos. Y entonces ya no hay vuelta que darle: efectivamente, Fidel Castro es el Quijote de nuestro tiempo.